Manifiesto

Fehn_Venezia_1962

Me gusta evocar la imagen de un árbol cuando pienso en mi música, a medida que pasa el tiempo crece hacia arriba buscando nuevas direcciones, pero inevitablemente a su vez el árbol se alimenta profundizando más y más en sus raíces.

BRAHEM, Anouar ~ Músico y compositor tunecino.

Existe una condición intrínseca al acto de crear —o mejor al de existir, ya que se trata de la misma cosa en distinto estado de madurez— y es aquella de verse expuesto al mundo inevitablemente, a la opinión voraz y la comparación instantánea con los elementos restantes: infinitos componentes de un conjunto en constante cambio cuyo pasado no hace más que crecer.

Pasa, por tanto, que crear es congelar nuestro presente para aportarlo al futuro imaginario de comparaciones, algo así como aportar nuestro granito de arena a la altura del listón de la humanidad que viene. La arquitectura, como la vida, trata de explicitar preferencias y basta olvidar esto un solo instante para echarlo todo a perder. No cabe la posibilidad de resolver un problema asépticamente, cada proyecto es, lo queramos o no, un manifiesto.

Sverre Fehn, posible y paradójicamente el Pritzker menos mediático, tenía esto bastante claro y en cada obra demostraba el pensamiento que lo acompañó durante toda su vida. Fehn proponía que la única manera de entablar una conversación con la historia era poner de manifiesto lo nuevo, su presente; si por el contrario decidiéramos correr tras el pasado, jamás conseguiríamos si quiera darle alcance.